Siempre he escuchado que nada en la vida es “para siempre” y, aunque en ocasiones duela, es verdad. La vida va transcurriendo entre un abrir y cerrar de ciclos que darán paso a otros nuevos que puedan ofrecer un crecimiento y un mayor potencial.

Un día se llevó a cabo un estudio con 4 personas ciegas de nacimiento. Uno a uno, les hacían pasar a un cuarto en donde se encontraba un elefante para que pudieran conocerlo. 

Una expectativa se forma a partir del anhelo interno que una persona tiene respecto a algo que considera que podría ocurrir, y que establece como el único resultado posible. Entre ellas, se encuentran las expectativas que tenemos ante una situación, las que generamos ante una persona, y las que, consciente o inconscientemente, tenemos de nosotros mismos.

Muchas veces confundimos “la calma" con “vivir en paz". Calma es cuando estamos tranquilos, cuando las cosas transcurren de manera lineal y esperada. En cambio, la paz es una virtud y un valor que se cultiva en el fondo de nosotros, cuando somos fieles y coherentes a nuestros valores y construimos un entorno que beneficie a quienes nos rodean también, al mismo tiempo que agregamos bendiciones a nuestras vidas, independientemente de lo que pueda estar sucediendo afuera.

Estamos comenzando un momento clave en el año: el último trimestre para concluir un nuevo ciclo en nuestras vidas. Este momento en el que, si tomamos un tiempo para reflexionar, podemos tomar consciencia de cuánto hemos logrado y lo que aún nos queda por hacer. 

Los seres humanos tenemos miedo a ordenar nuestra psique porque nos da miedo desordenar el caos que tenemos en nuestras vidas, el que aprendimos a vivir cómodamente incómodos, mejor acostumbrándonos a él que hacer un esfuerzo por hacer un cambio en mi…

Puedes creer lo que quieras, siempre y cuando tengas presente que aquello que crees es lo que vas a manifestar en tu vida. Si crees en el amor, la prosperidad, en que eres capaz y te mereces que te sucedan cosas buenas, eso es lo que vas a generar para ti. En cambio, si crees en la maldad, en el peligro, en que te falta o no eres suficiente, aunque pudieras tener frente a ti eso que tanto quieres, no lo tomarás, y no se manifestará en tu vida, porque con tus creencias así decidiste que fuera.

En esta vida, la única constante es el cambio. Como dicen acertadamente, todo lo que sube, tiene que bajar. Y tenemos la esperanza de vivir en una estabilidad y, si la encontramos, nos instalamos en ella creyendo que las cosas “siempre estarán así”, nos quedamos en nuestra zona de confort y, tal vez, podemos permanecer ahí durante un tiempo, incluso años, hasta que llega un cambio… 

Los seres humanos nos distinguimos de todos los seres vivientes por la capacidad de tener ideales. Todos deseamos una vida mejor: en la que podamos sentirnos vivos, en la que podamos disfrutar, en la que podamos crear y generar un mejor futuro para nosotros y para quienes nos rodean.

Si de pronto te pasara que, al estar en tus labores cotidianas, algo te hiciera detenerte un instante y elevaras la vista, y te encontraras con la mirada de Dios, ¿qué sentirías?

Cuando descubrimos que tenemos una habilidad o algo que contribuye con valor a los demás o a nosotros mismos, nos invade una fuerza poderosa: una energía que recorre cada átomo de nuestro ser, haciendo que nada ni nadie nos pueda detener, que nos lleva a que nos esforcemos en perfeccionarlo al máximo. Esa fuerza motora es conocida como PASIÓN, esa pasión que nos vuelve imparables.

Dios es la presencia inmutable que se encuentra a cada momento en todo, absolutamente todo. Cada palabra, cada pensamiento, cada acción, es atestiguada por la Santa Presencia De Dios.